Eduardo Mendoza, novelista: “Escribimos para un mundo que ya no lee igual”

Eduardo Mendoza, novelista: “Escribimos para un mundo que ya no lee igual”

La página impresa convive con la pantalla que pita, el capítulo largo con la pausa de dos semáforos. Entre algoritmos y prisa, la novela respira distinto y el escritor toma nota.

La mañana nace con un sol tímido en Barcelona y un rumor de cucharillas en la barra. Mendoza entra con paso pausado, saluda al camarero por su nombre, se sienta en la mesa de siempre y mira alrededor como quien mide la luz de la habitación antes de escribir. Un lector le pide una foto, otro le deja un ejemplar con una dedicatoria antigua, él asiente y sonríe sin ceremonia. Cuando al fin la mesa queda silenciosa, el novelista acomoda el cuaderno, traza una frase y murmura: “Escribimos para un mundo que ya no lee igual”. Lo dice sin drama.

El novelista frente a la pantalla infinita

Mendoza habla de lectores que entran y salen como trenes en hora punta. Ya no leen tumbados tres horas seguidas, leen en huecos, con el pulgar inquieto y la cabeza a dos velocidades, lo urgente y lo que importa. Él no se queja, se pregunta cómo hacer que la historia vibre en esa rendija de atención.

Una tarde en una biblioteca de barrio, una adolescente le confiesa que alterna un capítulo de La ciudad de los prodigios con un podcast de true crime y un par de vídeos cortos. No abandona el libro, vuelve a él como quien vuelve a casa, aunque la casa ahora tenga luces nuevas. Los barómetros de lectura en España describen ese mosaico: más lectores en digital, más interrupciones, un hábito que se cuela entre notificaciones.

La consecuencia no es una rendición, es un ajuste de artesanía. El capítulo respira como escena y no como sermón, el humor funciona como pausa de oxígeno, la intriga se dosifica con la precisión de una válvula que no se ve. El lector ya no llega con tiempo, llega con prisa, y la prosa que entiende esa prisa no renuncia a la belleza, la redirige donde duele y donde seduce.

Técnicas para escribir cuando el lector mira el móvil

Mendoza insiste en entrar tarde a cada escena y salir pronto, como un director que recorta las esperas del ascensor y deja solo el golpe de la puerta. Una microtensión cada pocas páginas, una imagen que se pega al ojo, un personaje que respira cada vez que habla. La atención ya no es un lugar, es un tránsito.

Conviene evitar el párrafo que mastica tres ideas a la vez, el nombre propio que llega como invitado inesperado a mitad de la fiesta, la tentación del prólogo que explica lo que la narración puede demostrar sola. Todos hemos vivido ese momento en que el teléfono vibra y la frase que era nítida se deshace. Seamos honestos: nadie hace realmente eso todos los días.

Funciona la economía: verbos que empujan, descripciones que se mueven, diálogos con música de calle. Ritmo, humor y claridad no significan simplificar, significan afinar. Y si la historia pide pausa, la pausa debe valer oro.

“Escribimos para un mundo que ya no lee igual, sí. La pregunta no es si el mundo cambiará, sino cómo vamos a contarlo sin perder la gracia de contar.” — Eduardo Mendoza

  • Abre con una acción concreta, no con un paréntesis histórico.
  • Una imagen por párrafo que se pueda recordar sin subrayador.
  • Capítulos respirables: cierre emocional o pregunta que invite a volver.

Lo que cambia no mata a la novela

La novela ha sobrevivido a la radio, al cine, a la televisión y a la catarata de pantallas que hoy llevamos en el bolsillo. Cambia su respiración, no su esqueleto. La novela no es un fósil, es un animal que aprende rutas nuevas, se esconde cuando hay ruido, sale cuando hay silencio y a veces inventa su propio silencio en medio de la muchedumbre. El lector de hoy pide complicidad: que le hablen al oído, que no le traten como a un escolar, que le den una historia que entienda su cansancio y aun así le levante del sofá. Mendoza, con su ironía de calle y su arquitectura de relojería, recuerda algo viejo y vigente: una buena frase todavía puede hacer que alguien deje el móvil boca abajo.

Punto Clave Detalle Interés para el lector
Lectura en fragmentos Huecos cortos, notificaciones, multitarea Reconoce su propio hábito y se siente visto
Recursos narrativos Entrar tarde, salir pronto, microtensión Métodos prácticos para engancharse a una novela
Humor y claridad Pausa de oxígeno, prosa afilada, diálogos vivos Lecturas más placenteras sin perder profundidad

FAQ :

  • ¿Qué quiso decir Mendoza con “Escribimos para un mundo que ya no lee igual”?Que el contexto del lector cambió y el escritor debe ajustar su artesanía para ser escuchado sin traicionar la literatura.
  • ¿La novela larga tiene futuro en la era del scroll?Sí, si está bien respirada: capítulos con pulso, escenas con sentido y una voz que invite a volver al día siguiente.
  • ¿Cómo enganchar a lectores jóvenes sin “rebajar” el texto?Con claridad, humor, conflictos reconocibles y una trama que no se disculpa por ser entretenida.
  • ¿Los algoritmos mandan en lo que leemos?Influyen, pero la recomendación humana —un amigo, un profesor, un buen librero— sigue siendo decisiva.
  • ¿Por dónde empezar con Mendoza?Para una entrada ligera, Sin noticias de Gurb; para épica urbana, La ciudad de los prodigios; para juego de géneros, El misterio de la cripta embrujada.

2 comentarios en “Eduardo Mendoza, novelista: “Escribimos para un mundo que ya no lee igual””

  1. françois_nirvana

    Donc on écrit pour la prisa… mais comment garder la phrase longue sans perdre ces lecteurs pressés? Des exemples concrets?

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