Lucía Navarro, 29 años, escultora: “No se trata solo de arte, es una manera de conectar con la materia y contigo misma”

Lucía Navarro, 29 años, escultora: “No se trata solo de arte, es una manera de conectar con la materia y contigo misma”

Lucía Navarro defiende algo que muchos hemos olvidado: tocar la materia para volver a tocarse a una misma. Entre polvo de piedra y arcilla húmeda, su trabajo se ha convertido en un refugio que no cabe en un filtro de Instagram.

La puerta metálica sube con un chirrido y el barrio despierta a la vez que el olor a yeso fresco. Lucía coloca una pieza sobre el banco, la gira con cuidado y sopla el polvo del cincel como quien apaga una vela. Hay una paz rara cuando una herramienta encuentra la vibración justa y la piedra cede un milímetro. Afuera pasan niños con mochilas, un repartidor, una vecina que saluda desde la bicicleta. Adentro, el tiempo se estira y las palabras llegan tarde, como si cada gesto tuviera primero que escuchar su eco. Y entonces, la materia responde.

Del ruido al gesto: el taller donde todo se ralentiza

Lucía trabaja de pie, con botas y manos vendadas, en una coreografía que mezcla fuerza y paciencia. No habla del mármol como un objeto, habla de “una conversación” con algo vivo que pide ritmo y escucha. Cuando la herramienta golpea mal, no hay drama, hay aprendizaje; **el error también es parte del molde**. Su frase favorita no sale de un manual de arte, sale del cuerpo: “Respira, suelta, repite”. Y sí, el móvil se queda boca abajo, lejos del banco.

Una mañana se presenta una mujer de 54 años que quiere “volver a ensuciarse las manos”. Le tiembla el pulso al principio, pero en la tercera sesión ya controla la arcilla como si quitara piel a una fruta madura. No es un milagro, es práctica dominguera y ganas de equivocarse. En redes, la etiqueta #cerámica suma millones de publicaciones, y talleres como el de Lucía cuelgan el cartel de “completo” más veces de lo que imaginamos. Todos hemos vivido ese momento en el que necesitas salir de tu cabeza y entrar en tu cuerpo.

Parte del magnetismo de la escultura es fisiológico: mano, ojo, hombro y respiración se sincronizan y el cerebro recibe una pausa limpia. El proceso no es un atajo espiritual, es una cadena de acciones pequeñas que te devuelven al presente. En la piedra, el límite no es una traba, es el dibujo que te guía; en la arcilla, la humedad es el reloj. **Manos en la materia, mente en silencio**. Lo que parece lento acaba siendo un camino directo.

Cómo empezar sin miedo: del primer bloque al primer gesto

Lucía recomienda empezar con arcilla de baja temperatura y una herramienta básica: estecas de madera y una esponja. Dos sesiones de 45 minutos, sin ambición de obra maestra, bastan para notar el cambio. Prepara agua tibia, cubre la mesa con papel kraft y elige una forma simple: una taza, una vasija imperfecta, un tótem pequeño. La primera regla es clara: toca, gira, espera. La segunda: hidrata el material y tu respiración.

La lista de errores frecuentes es corta y amable: apretar de más, secar al sol, querer acabar en una tarde. Lucía insiste en los márgenes: deja reposar, vuelve mañana, limpia con calma. Seamos honestos: nadie hace eso todos los días. Lo que sí sucede es que, a la tercera semana, la mano ya anticipa el gesto y aparece una fluidez que no se compra. Si algo se quiebra, no tires la pieza; rehidrata, une, disimula con textura. Tu pieza te hará un favor contando su historia.

Hay una idea que desarma expectativas y alivia la presión: “Terminar” no siempre es cerrar, a veces es saber parar. **Tu casa puede ser un taller** si hay luz, una mesa y una toalla vieja. La música importa, pero manda el silencio entre golpes.

“No se trata solo de arte, es una manera de conectar con la materia y contigo misma”, dice Lucía, con polvo en las mejillas y una sonrisa de quien entiende el tiempo como un aliado.

  • Empieza con piezas pequeñas y redondas: dan confianza y enseñan proporción.
  • Humedece menos de lo que crees; corrige con esponja, no con prisas.
  • Documenta el proceso con fotos, no para lucirte, sino para aprender tu secuencia.
  • Guarda los restos: el reciclaje de arcilla es tu seguro contra el miedo.
  • Si dudas, pausa 5 minutos y vuelve con otra luz.

Lo que queda cuando el polvo se asienta

Sales del taller con las manos sucias y la cabeza impecable. No hay diplomas en la bolsa, hay una forma que no existía ayer y que hoy pide nombre. A algunas personas les sirve para calmar ansiedad, a otras para recuperar una conversación con su cuerpo que se cortó sin darse cuenta. No te cambia la vida en una semana, te la ajusta medio grado cada tarde. Y ese medio grado reorienta rutas enteras: en casa, en el trabajo, en cómo miras una piedra en la calle. Quizá no te conviertas en escultora, quizá el gesto te convierta en alguien más presente. Y eso, a veces, ya es una obra.

Punto Clave Detalle Interés para el lector
Conexión con la materia Ritmo, respiración y paciencia antes que técnica avanzada Entrar en flow sin complicaciones técnicas
Primeros pasos sencillos Arcilla, estecas, esponja y luz natural Empezar hoy con materiales accesibles
Errores que enseñan Grietas, exceso de presión, secado rápido Evitar frustraciones y aprender del proceso

FAQ :

  • ¿Necesito fuerza para trabajar piedra o arcilla?No tanta como imaginas: técnica y postura valen más que músculo. Empieza con materiales blandos y aprende el gesto.
  • ¿Cuánto cuesta montar un mini taller en casa?Con 40–80€ puedes tener arcilla, herramientas básicas, plásticos y una tabla. El resto es tiempo y ganas.
  • ¿Puedo aprender sola o conviene una clase?Un taller acelera el aprendizaje y evita vicios. Aun así, practicar sola entre sesiones consolida lo aprendido.
  • ¿Qué hago si mi pieza se agrieta al secar?Hidrata un paño, envuelve la pieza y repara uniendo con barbotina (arcilla líquida). Seca en sombra y sin corrientes.
  • ¿La escultura ayuda a la ansiedad?No es terapia clínica, pero el trabajo manual, repetitivo y consciente reduce rumiaciones y ancla el presente.

2 comentarios en “Lucía Navarro, 29 años, escultora: “No se trata solo de arte, es una manera de conectar con la materia y contigo misma””

  1. Qué bonito retrato del oficio. Me dieron ganas de dejar el movil y meter las manos en arcilla ya mismo. Gracias, Lucía, por recordar que el error también moldea. La imagen de la herramienta encontrando “la vibración justa” me atravesó; se siente casi meditativo. Esa frase “Respira, suelta, repite” se me quedó pegada. Voy a probar con una vasija imperfecta este finde.

  2. ¿De verdad con 40–80€ montas un mini taller? Entre herramientas, espacio y, sobre todo, el horno, no me salen las cuentas. Aver si me estoy perdiendo algo: ¿hablais de arcilla de secado al aire o de baja temperatura que luego hay que llevar a cocer?

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