¿Y si la libertad no estuviera en un teclado, sino en una llana? Sergio Molina, 26 años, yesero, cobra por obra, se organiza solo y mira con cierta ternura los turnos ilimitados de sus amigos en la oficina. La frase que repite rompe un prejuicio: ganar bien sin traje es posible.
El portal del edificio huele a pintura fresca y café de termo. *La cal del aire se pega a la piel y huele a mañana en obra.* En el segundo piso, una pareja joven abre la puerta y señala una pared “comida por la humedad”. Él asiente, toca el tabique, calcula con la mirada y empieza a preparar la pasta como quien afina una receta heredada.
Su móvil vibra con mensajes de un chat: colegas de instituto que pelean con reuniones infinitas y presentaciones que nadie lee. Él responde con una foto del enlucido liso y un “termino a las 16 y me voy al río”. La mezcla corre, la llana canta, el día se encaja como un puzzle. Hay algo sencillo. Algo que pica la curiosidad.
Una generación que mira al oficio con otros ojos
Sergio habla de horarios como quien habla de una bici: libertad en las piernas. Llega temprano, trabaja fuerte, se va con el sol medio alto. Los amigos le cuentan de jefes, turnos extra y nóminas que no suben. Él lo resume sin épica: “Yo alquilo mis manos”. Y eso, hoy, paga mejor de lo que muchos imaginan.
Un ejemplo le sale solo: Laura, de su grupo, fichó en una consultora y gana mil y poco. Él, en una semana de alisados y molduras, saca más, con dos tardes libres. Un martes cerró tres presupuestos desde el portal, entre subida y subida de material. **“Mis amigos trabajan en oficinas y cobran menos. Yo tengo mis horarios y libertad.”** No presume. Constata una realidad que incomoda a más de uno.
Hay un vacío de mano de obra en reformas y una avalancha de pisos viejos pidiendo manos finas. Los oficios subieron tarifas porque hay menos jóvenes aprendiendo y mucha demanda de retoques postpandemia. En el despacho, el junior compite con miles; en la obra, el yesero fino se vuelve nombre que pasa de vecino a vecino. Ahí se entiende la diferencia.
El método de Sergio: precisión, trato y pequeños trucos
Su manera de trabajar cabe en tres pasos: medir, pactar, ejecutar. Primero, luz rasante con el flexo para ver sombras y panza del muro. Luego, precio cerrado por metro con margen para imprevistos. Por último, tiempos reales: cuántas capas, cuánta ventilación, cuándo se pinta. Un gesto que repite siempre: pasar la mano con los ojos cerrados. La piel, dice, no miente.
Para él, vender bien es explicar simple. Fotos del “antes y después”, un plazo prudente y nada de promesas heroicas. Recomienda a clientes pedir referencias, no solo mirar el precio por WhatsApp. Preguntar por la mezcla que usa, por el proceso de secado, por cómo cubre suelos y enchufes. Seamos honestos: nadie hace eso todos los días. Pero evita líos y paredes con ondas.
Otro aprendizaje es emocional: la casa de alguien es historia y nervio. Sergio lo nota cuando entra y ve juguetes, abrigos, abuelas. Necesita calma y respeto.
“La libertad es elegir a qué obra voy y a qué hora paro. No es trabajar menos. Es saber por qué me canso.”
Y para quien quiere probar el camino del oficio, deja un pequeño mapa:
- Empieza de ayudante tres meses: aprende mezcla, tiempos y limpieza.
- Invierte en una buena llana italiana y un flexo potente.
- Lleva un cuaderno de metros y horas, no solo la cabeza.
- Usa luz rasante antes de cobrar: ver es ganar.
- Cobra señal para reservar fecha, evita plantones.
Libertad, seguridad y ese silencio después del último pase
Todos hemos vivido ese momento en el que comparas tu nómina con la de un amigo y te preguntas si elegiste bien. Sergio no tiene paga extra ni seguro de empresa. Tiene una agenda con huecos y la conciencia de que si no trabaja, no entra dinero. Aun así, cuando termina la pared y el yeso queda como un espejo mate, sonríe. Hay orgullo que no cabe en una hoja de Excel.
El debate no va de “oficina mala, obra buena”. Va de encaje personal, de ritmo y de tratar con la realidad con las manos. En su mundo, el éxito se toca: un canto limpio, una esquina recta, una habitación que de pronto parece nueva. **A veces gana más, a veces menos, pero duerme sabiendo qué hizo con su tiempo.** Y eso pesa en la balanza de su generación.
Lo que viene suena a equilibrio. Oficios que se profesionalizan con comunicación clara, facturas al día y redes que muestran trabajos sin filtros exagerados. Oficinas que miran a los oficios con respeto, no con condescendencia. **Tal vez el futuro sea mixto: cabe laptop y llana en las mismas manos.** Lo que está en juego no es solo el dinero. Es la sensación de vida propia.
| Punto Clave | Detalle | Interés para el lector |
|---|---|---|
| Horarios y autonomía | Sergio organiza su día, pacta plazos y evita reuniones eternas | Entender qué significa “libertad” en un oficio |
| Demanda real de yeseros | Reformas en alza y pocos jóvenes en el oficio | Oportunidad laboral y de ingresos estables |
| Método concreto | Luz rasante, precio por metro, referencia y señal | Guía práctica para contratar o iniciarse |
FAQ :
- ¿Cuánto puede ganar un yesero joven como Sergio?Depende de la ciudad y la especialización. Por obra o por metro, un mes bueno supera a muchos sueldos junior.
- ¿Hace falta formación formal para empezar?No necesariamente. Empezar de ayudante y aprender en obra funciona, y luego conviene sumar cursos cortos.
- ¿Cómo elegir a un buen yesero?Referencias reales, fotos de trabajos, explicación del proceso y una visita con luz rasante antes de cerrar.
- ¿Qué riesgos tiene trabajar por cuenta propia?Ingresos irregulares, lesiones, temporadas flojas. Se mitigan con ahorro, seguros y red de clientes.
- ¿Se puede compaginar con estudios u otro trabajo?Sí, si se planifican obras pequeñas y días concentrados. La clave es no sobreprometer tiempos.










Qué bien contado: la libertad no es trabajar menos sino saber por qué te cansas. Me quedo con lo de luz rasante y precio cerrado por metro. No suena a romantización del oficio, sino a método. Ojalá más artículos así, mostrando que ganar bien sin traje es posible, pero con disciplina: cuaderno de metros, referencias, y pedir senal. Bravo por Sergio por romper prejuicios.
Bien por él, pero ojo: ¿y cuando el mes flojo llega? Las nóminas bajas duelen, sí, pero también cubren baja y vacaciones. En autonomos, el ingreso irregular y las lesiones no perdonan. ¿Tiene seguro, fondo de emergencia, contabilidad al día? Lo pregunto sin mala leche.