Antonio Muñoz Molina, escritor: “Cada época cree que está al borde del abismo, y quizá siempre lo estamos.”

Antonio Muñoz Molina, escritor: “Cada época cree que está al borde del abismo, y quizá siempre lo estamos.”

” La escuchas y sientes una mezcla rara de alivio y vértigo. La historia como eco, la ansiedad como costumbre. Y la literatura, ¿como freno o como espejo?

Era una tarde con olor a lluvia vieja en Madrid. En el vagón del metro, cada pantalla contaba una urgencia: inflación, incendios, elecciones, polarización. Yo acababa de salir de una charla de Muñoz Molina, con su voz sobria y afilada, y todavía llevaba en la cabeza la cadencia de sus frases, esas que se posan sin ruido y te mueven los muebles por dentro. La gente miraba el móvil como si fuera la ventanilla de un avión en turbulencias, y me vino la imagen de “El invierno en Lisboa”: la música de fondo mientras alguien busca una salida que no existe del todo. Pensé en lo que decía su ensayo “Todo lo que era sólido”, con esa precisión casi quirúrgica para nombrar lo que se nos deshace en las manos. Sonó el pitido de cierre. Y nadie parpadeó.

Un escritor frente al miedo de su tiempo

La frase del abismo no es solo una pirueta brillante. En Muñoz Molina hay una obstinación por mirar lo que asusta sin levantar la voz. Sus novelas —de “Sefarad” a “La noche de los tiempos”— dibujan una cuerda floja entre memoria y presente. Él sabe que la alarma es antigua y que el miedo cambia de máscara, no de hambre. Por eso su literatura no busca tranquilizarte ni encenderte, sino darte un lugar desde el cual mirar. Ni héroes ni villanos absolutos. Personas que tropiezan, recuerdan y avanzan como pueden.

Me acuerdo de una noche de lectura en un teatro de barrio. El público, mezcla de estudiantes, jubilados y curiosos, respiraba al mismo tiempo cuando el escritor leyó un fragmento sobre una ciudad que despierta con sirenas lejanas. No eran sirenas reales, claro, pero todos las escuchamos. Al salir, alguien dijo: “Parece de hoy”. Y sí, parecía. “El jinete polaco” ganó un Planeta en los noventa y aún resuena en el pecho en 2025 porque los engranajes del miedo social siguen funcionando con la misma grasa. Los nombres varían, el rumor es el mismo.

Lo desconcertante es que esta repetición no anula la urgencia del presente. La ilumina. Muñoz Molina se mueve en esa zona donde lo noticioso pierde estridencia y la experiencia gana textura. Cuando escribe sobre la crisis —la de las instituciones, la de la vida cotidiana— no propone cataclismos ni consignas. Apuesta por una mirada que enlaza el vecino que cierra su tienda con la geometría gris de la administración. Da un paso atrás. Observa. Y convierte el ruido en relato legible. Es una ética del detalle frente al grito.

Cómo leer el abismo sin caer

Hay un gesto práctico que cambia la manera de convivir con la angustia histórica: ponerle escala humana a lo descomunal. Muñoz Molina lo hace con nombres propios, calles reconocibles, objetos que pesan en la mano. Puedes imitarlo de forma sencilla: escoge una noticia que te remueva y tradúcela en tres escenas concretas de tu barrio, tu casa, tu trabajo. Un recibo que llega, un silencio en la cola del súper, una conversación cortada por una alerta en el móvil. Ese pequeño inventario quita niebla. Lo inabarcable se vuelve habitable.

Otra herramienta es el censo de hábitos que te devuelven el pulso. Leer diez páginas en papel antes de mirar el teléfono. Caminar sin auriculares hasta el semáforo. Tomar notas con lápiz —las tachaduras cuentan— de lo que te sorprende en la jornada. Todos hemos vivido ese momento en que parece que el mundo se cae y, tras un plato de sopa y una llamada a alguien querido, la grieta se achica un poco. Seamos honestos: nadie hace eso todos los días. Aun así, cuando ocurre, el ruido cede. Y aparece una verdad menos dramática, más tuya.

En diálogo con el propio Muñoz Molina, la clave está en decidir qué merece permanecer. Sustituir el “todo urgentísimo” por una jerarquía íntima. Lo dijo con una claridad que da frío:

“Cada época cree que está al borde del abismo, y quizá siempre lo estamos.”

  • Define un tiempo corto (hoy), uno medio (esta semana) y uno largo (un año) para tus preocupaciones.
  • Escribe tres cosas que sí dependen de ti y tres que no.
  • Recupera una rutina concreta: releer dos páginas de un libro que te haya formado.
  • Mantén un “archivo de calma”: fotos, frases, mapas, comprobantes de que ya saliste de otras.

Lo que nos queda al cerrar el libro

La literatura no detiene incendios ni arregla presupuestos. Lo que sí hace, cuando funciona, es cambiar la calidad de la atención con la que miramos el incendio y el presupuesto. Al cerrar un libro de Muñoz Molina, uno sale con una brújula menos espectacular y más fiel. No hay promesa de salvación, hay conciencia de trayecto. Las historias que escribió en Úbeda y en Madrid, las que cruzaron el Atlántico, nos recuerdan que el pánico es un género antiguo y la lucidez también. Y que la lucidez nunca hace ruido, pero deja marca.

Punto Clave Detalle Interés para el lector
Mirada histórica El miedo se repite con nuevas máscaras Calma la ansiedad y pone contexto a los titulares
Ética del detalle Personas y objetos concretos frente a la estridencia Herramientas prácticas para “leer” la realidad
Rutinas de atención Escalas de tiempo, notas a lápiz, archivo de calma Acciones simples para reducir el ruido cotidiano

FAQ :

  • ¿Qué quiso decir Muñoz Molina con lo del “abismo”?No es una profecía, es una constatación: cada generación vive su temporada de alarma y tiende a creer que es la definitiva.
  • ¿Cómo aplico esto a mi día a día?Pon escala a tus miedos: conviértelos en escenas cercanas, limita el consumo de noticias y recupera una rutina que te ancle.
  • ¿Por qué su obra sigue vigente?Porque trabaja con materiales humanos —memoria, culpa, esperanza— y no con modas. Eso no caduca.
  • ¿Qué libro suyo conviene leer primero?“El invierno en Lisboa” para entrar por la música, “Sefarad” para comprender el destierro, “Todo lo que era sólido” si buscas un mapa del presente.
  • ¿La literatura sirve ante la crisis?No es un extintor, es una linterna. Ilumina lo suficiente como para dar el siguiente paso sin tropezar.

La frase de Antonio Muñoz Molina suena a aviso y a refugio a la vez. Cuando todo parece arder, él te lleva a una mesa, te pide que te sientes y mires de cerca: la trama del miedo, las fibras de lo cotidiano, la parte que sí puedes tocar. Hay urgencias reales, sí. La memoria ayuda a ordenarlas.

1 comentario en “Antonio Muñoz Molina, escritor: “Cada época cree que está al borde del abismo, y quizá siempre lo estamos.””

  1. alexandretempête

    J’aprécie cette éthique du détail: transformer l’alarme en scènes concrètes du quotidien. Ça calme la tête sans nier la gravité. Le conseil des trois temporalités (jour, semaine, an) me parle beaucoup; je vais le tester avec mon petit “archive de calme”. Muñoz Molina me donne l’impression d’une lucidité sans tapage, un équilibre rare et utile.

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