Cambia cuando alguien abre un repositorio, escribe diez líneas de código y pulsa “deploy”. Lo dice Enrique Dans con una claridad que desarma: imaginar fue el verbo del siglo pasado; programar es el de éste. Entre una idea que flota y un prototipo que funciona se juega hoy la diferencia entre quedarse mirando o mover la aguja.
La mañana era limpia en Madrid. En la primera fila, móviles en silencio, ojos en alto. Ese silencio previo que sólo se escucha antes de una idea que te cambia la cabeza. Enrique Dans tomó el micrófono sin grandilocuencia, camisa arremangada, voz de profesor que no necesita subir el volumen. Habló de ciudades que piensan en datos, de empresas que no venden productos sino procesos actualizables, de jóvenes que no piden permiso porque han aprendido a iterar. La gente asentía como quien reconoce una sensación que ya tenía en la boca del estómago. Y soltó la frase. Breve. A quemarropa. Y nadie parpadeó.
Programar la realidad: del escenario al teclado
La idea matriz es brutalmente simple: el código es una declaración de intenciones hecha realidad. Si un proceso vive en software, ya no se discute en abstracto, se prueba. Un flujo bien programado cambia un hábito con más fuerza que cien powerpoints. Lo notas al pagar con el móvil, al entrar en una estación sin pasar por taquilla, al recibir una notificación que evita un trámite. **Es política aplicada en forma de interfaz**. Lo intangible se vuelve rutina diaria y queda poco espacio para nostalgias. Si no lo programas tú, lo programa otro por ti.
Un ejemplo cercano: Estonia digitalizó su administración hasta el hueso. Nació una capa de servicios públicos online que no “promete” eficiencia, la entrega. Al nacer, al votar, al pagar impuestos, todo fluye por APIs con trazabilidad. No es ciencia ficción; es práctico y aburrido, como debe ser lo que funciona. Piensa en la movilidad: algoritmos que ajustan semáforos según patrones reales reducen minutos de atasco y toneladas de CO₂. A la vez, una pyme que despliega un pequeño bot para soporte 24/7 cambia la percepción de su marca en semanas. **El futuro no llega de golpe; se cuela por pequeñas automatizaciones**.
La lógica detrás es más fría que el storytelling: lo que se codifica hereda la disciplina del versionado. Hay decisiones que, en un documento, siguen abiertas por meses. En Git, esa ambigüedad no cabe: hay commits, hay responsables, hay rollbacks. Programar es obligarse a pensar en casos límite, en cómo fallará algo y cómo se recupera. Es también abrir el proceso a la comunidad, a esa economía rara de pull requests y issues públicos que acelera el aprendizaje. Un plan bonito cabe en una diapositiva; un sistema que respira sólo cabe en test y logs.
Cómo pensar como un programador de futuros
La práctica que más repite Dans suena casi prosaica: prototipo en siete días, feedback en catorce, iteración en veintiuno. No es magia, es ritmo. Define un problema chico y medible, diseña un flujo mínimo en papel, construye la versión más tonta que pueda arrancar y ponla delante de usuarios reales. Mide una métrica, no diez. ¿Baja la fricción de registro? ¿Aumenta la retención día 7? Cierra el ciclo sin enamorarte del primer resultado. ***El futuro se escribe con sprints cortos***.
Errores comunes: confundir ambición con complejidad, o caer en la parálisis por “alinear” a todo el mundo antes de tocar algo. Todos hemos vivido ese momento en el que un proyecto muere de reuniones. Empieza pequeño, con consentimiento informado de quienes se verán afectados, y deja evidencia. Documenta lo que aprendes, incluso lo que sale mal. Seamos honestos: nadie hace eso todos los días. Pero el hábito de publicar cambios y razones desactiva miedos, construye confianza y te permite pedir perdón con datos y no con excusas.
Cuando Dans dice “programar el futuro” no habla de glorificar el teclado, sino de comprometerse con un método que reduce la retórica a decisiones verificables.
“El futuro ya no se imagina, se programa.” — Enrique Dans
- Regla de las 48 horas: si una idea no tiene un prototipo en dos días, es un deseo.
- Una métrica por sprint: foco brutal para evitar el autoengaño.
- Transparencia por defecto: changelog público y por qué de cada cambio.
- Ética desde el diseño: piensa el daño primero, luego el “wow”.
Horizontes que se abren cuando tomas el teclado
Programar no es sólo picar código. Es decidir a qué preguntas te atreves a responder con un sistema vivo. Piensa en salud: modelos que predicen reingresos y ajustan recursos salvan horas de enfermería que vuelven a ser trato humano. Piensa en educación: currículos que se adaptan al avance real del alumno, no al calendario. Piensa en clima: gemelos digitales de ciudades que prueban políticas antes de ejecutarlas en cemento. La imaginación sigue valiendo, claro. **Lo que cambia es que ya no se queda en la pizarra**. Salta a producción, con todo lo que eso implica.
Hay una dimensión ética que no se resuelve con buenas intenciones. Si el futuro se programa, también se programan sus sesgos. Ahí está el reto: gobernanza de datos, auditorías algorítmicas, participación ciudadana que no sea teatro. Nadie te pide pureza, te pide consistencia. Empieza con datasets trazables, con ventanas de revisión, con incentivos que premien el error corregido y no el fallo escondido. No hay neutralidad en el software que organiza vidas, pero hay responsabilidad distribuida. Funciona cuando se diseña para que funcione.
La invitación final de Dans suena menos a profecía que a tarea compartida. El teclado es una metáfora. También lo es el formulario, el proceso y la ley que aprende a expresarse en lógica clara. Lo que hoy te parece ajeno mañana será rutina. Y lo que hoy decides no programar será lo que otro programe por ti, con sus valores y prioridades. No hace falta heroísmo, hace falta método. Y una curiosidad que no pida perdón por moverse.
| Punto Clave | Detalle | Interés para el lector |
|---|---|---|
| Código como política | Las reglas viven en software y se prueban con usuarios reales | Entender cómo cambian tus hábitos y tus derechos |
| Prototipos rápidos | Ciclos de 7-14-21 días con una métrica por sprint | Pasar de ideas a resultados sin quemar meses |
| Ética desde el diseño | Auditorías, trazabilidad de datos y transparencia por defecto | Confiar en sistemas que te afectan cada día |
FAQ :
- ¿Quién es Enrique Dans?Profesor y divulgador español, referente en innovación y tecnología, autor de uno de los blogs más longevos del ecosistema hispano.
- ¿Qué significa “El futuro ya no se imagina, se programa”?Que las ideas valen cuando se convierten en sistemas operativos, prototipos y procesos que funcionan en el mundo real.
- ¿Necesito saber programar para “programar el futuro”?No. Puedes diseñar flujos, reglas, datos y experimentar con no-code. Lo clave es el método iterativo.
- ¿Cuáles son los riesgos de este enfoque?Sesgos en datos, opacidad y externalidades. Se mitigan con transparencia, auditorías y participación.
- ¿Por dónde empiezo mañana mismo?Define un problema chico, un indicador, crea un prototipo mínimo en 48 horas y ponlo delante de cinco usuarios.










Merci pour cet article. La phrase d’Enrique Dans claque: « Le futur ne s’imagine plus, il se programme ». Ça donne envie de troquer les slides pour des prototypes dès cette semaine.
Je reste sceptique: si « le code est politique », qui décide des règles? Parlez de transparance mais, dans la pratique, beaucoup de systèmes restent des boîtes noires. L’exemple de l’Estonie est top, ailleurs on manque d’audits publics et de contre-pouvoirs.