Marta López, 28 años, electricista: “No cambiaría mi trabajo manual por uno de oficina, me siento libre y útil cada día”

Marta López, 28 años, electricista: “No cambiaría mi trabajo manual por uno de oficina, me siento libre y útil cada día”

Mientras medio mundo sueña con una silla ergonómica y dos pantallas, Marta López, 28 años, elige el cinturón de herramientas. Sus días huelen a polvo de obra y a cobre pelado. Su frase de cabecera suena a declaración de vida: “No cambiaría mi trabajo manual por uno de oficina, me siento libre y útil cada día”. ¿Por qué alguien de su generación se enamora de un oficio que empieza antes del café y termina cuando la luz vuelve a encenderse?

La puerta del cuarto eléctrico estaba abierta como una boca, exhalando un aire tibio. Marta López ajustó el frontal, clavó el destornillador en el bolsillo y saludó con una sonrisa que no parecía tener prisa.

La vi revisar el cuadro con un gesto que parecía de pianista. Un vecino asomó la cabeza: “¿Tardarás mucho?”. “Lo justo para que no vuelva a apagarse”, respondió, sin levantar la vista. El olor a cobre recién pelado me trajo una calma rara.

Cuando terminó, no pidió aplausos. Probó las luces, recogió las bridas, miró el techo como quien mira el cielo. Y guardó silencio.

Un oficio con libertad en la punta de los dedos

Marta repite que en la electricidad encontró ritmo y espacio. No es un eslogan, es rutina: llegar, observar, diagnosticar, resolver. “Si lo hago bien, la casa respira”, dice, tocando el interruptor como quien toca madera.

En su furgoneta suena una playlist que cambia según el barrio. A las siete ya está en marcha, sin barreras de fichaje ni sala de reuniones. Para ella, ser electricista es más que un trabajo: es una forma de moverse por la ciudad sin sentirse encerrada. De ahí su énfasis: **trabajo manual**, cabeza despierta, cuerpo en juego.

Una panadería la llamó un martes porque el horno decidió morir en hora punta. Marta llegó, olió a masa y ansiedad, y se metió detrás del mostrador como si fuese su cocina. Revisó la línea, cambió un magnetotérmico chamuscado y el horno volvió a respirar. La dueña casi la abraza con las manos harinosas.

Historias así, una y otra vez. En España, las mujeres siguen siendo minoría en oficios eléctricos, y aun así se ven más trenzas que antes en los cascos. Marta no lleva bandera, lleva guantes. Sabe que cuando las cosas funcionan, nadie pregunta quién lo arregló. Y eso le gusta.

Su lógica es simple: usar el cuerpo no te hace menos profesional. Te hace más consciente de lo que haces, de lo que tocas, de lo que pones en marcha. Una hoja de cálculo nunca te devuelve el gesto de alivio de alguien al volver a tener luz.

Ella habla de dopamina, aunque no lo llame así. Solucionar un fallo y verlo funcionar produce un clic en la cabeza. “Es inmediato”, dice. **Libertad y utilidad** en la misma jugada.

Cómo trabaja Marta: método, trucos y límites sanos

Método, siempre. Antes de tocar nada, pregunta dónde falló por última vez. Luego, corte seguro, comprobación con el polímetro y etiquetas. Fotografía el cuadro antes y después, por si el futuro se olvida del pasado. Su truco favorito es el de las “tres miradas”: vista general, foco al detalle, y una última pasada como si fuese otra persona.

En viviendas antiguas, marca los neutros con cinta azul si alguien no lo hizo. En obras nuevas, lleva un estuche mínimo con bridas, regletas Wago y un destornillador aislado que parece una reliquia. “Nada heroico”, dice, “solo orden”. Y cuando el cliente quiere improvisar, ella acota: primero seguridad, luego estética.

Lo que más se repite en los avisos: diferenciales que saltan por humedad, empalmes mal hechos, enchufes que tiemblan. Errores básicos que no hacen mala a la gente, solo la ponen en riesgo. Todos hemos vivido ese momento en el que la lámpara parpadea y pensamos “ya lo miraré”.

Seamos honestos: nadie hace realmente eso todos los días. Por eso Marta insiste en dos gestos sencillos: probar tensión antes de tocar y no dejar cables “provisionales” eternos. **Aprender haciendo** sí, jugar a la ruleta, no.

En su propia voz suena así:

“No cambiaría mi trabajo manual por uno de oficina, me siento libre y útil cada día. Si la luz vuelve, duermo bien; si no, vuelvo al día siguiente.”

  • Checklist rápido: cortar, comprobar, etiquetar, actuar.
  • Kit realista: polímetro, linterna frontal, guantes, bridas, cinta aislante buena.
  • Límite claro: lo inseguro no se hace, ni por prisa ni por cliente insistente.
  • Pequeña regla: lo que no dejas ordenado hoy, mañana te explota.

Lo que nos deja Marta

Hay una belleza en arreglar cosas que no sale en las fotos. Tampoco en la mayoría de currículums. Marta lo cuenta sin épica: es trabajo, es calle, es escuchar problemas reales y responder con soluciones que se palpan.

Sus días no son de película y, aun así, tienen momentos de escena: una niña que mira sus herramientas como si fuesen magia, un jubilado que le ofrece café por pura gratitud. “Que funcione”, repite, y ahí cabe todo.

Su historia invita a mirar distinto lo que tenemos alrededor. Un piso antiguo, una nave, una oficina. Alguien puso manos y cabeza para que todo cobre vida. Queda una pregunta dando vueltas: ¿qué valor le damos a ese gesto de vuelta a la luz?

Punto Clave Detalle Interés para el lector
Libertad en el oficio Autonomía de horarios, lugares cambiantes, contacto humano directo Imaginar una carrera fuera del escritorio sin perder proyección
Método práctico “Tres miradas”, corte seguro, documentación con fotos Aplicar rutinas simples que evitan errores y estrés
Valor emocional Ver el resultado al instante y mejorar el día de alguien Reconectar trabajo y sentido, especialmente si buscas propósito

FAQ :

  • ¿Qué formación necesita alguien para ser electricista en España?Lo habitual es un FP de Grado Medio o Superior en instalaciones eléctricas, más prácticas en empresa. Cursos de baja tensión y normativa te darán la base segura.
  • ¿Cuánto puede ganar una electricista joven como Marta?Varía por ciudad, convenio y si es autónoma o empleada. Una horquilla realista: desde sueldos de entrada en torno a 1.200–1.500 € netos, con margen al alza con experiencia y trabajos especiales.
  • ¿Es un oficio compatible con la vida personal?Sí, si pones límites: turnos claros, urgencias seleccionadas y días sin guardias. La clave es no normalizar la prisa como estilo de vida.
  • ¿Qué riesgos son los más comunes y cómo se previenen?Descargas por manipulación sin corte, humedades ocultas, conexiones flojas. Prevención: corte, verificación con polímetro, EPI, y no trabajar solo en intervenciones delicadas.
  • ¿Tiene sitio la tecnología en este trabajo?Mucho: domótica, fotovoltaica, diagnósticos con apps y cámaras térmicas. La mezcla ideal es saber de cable y hablar el idioma digital.

1 comentario en “Marta López, 28 años, electricista: “No cambiaría mi trabajo manual por uno de oficina, me siento libre y útil cada día””

  1. Antoineillusionniste5

    Qué gusto leer a alguien que ama su oficio sin postureo. Soy arquitecta y sé lo que vale un buen eléctrico en obra; tu método de “tres miradas” me lo apunto. Gracias por dignificar el trabajo manual, Marta.

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