Hugo Fernández, 22 años, aprendiz de albañil: “Muchos no entienden que este trabajo también tiene futuro y estabilidad”

Hugo Fernández, 22 años, aprendiz de albañil: “Muchos no entienden que este trabajo también tiene futuro y estabilidad”

Un joven con las manos marcadas por el cemento y la mirada limpia habla de futuro. Mientras muchos huyen del polvo, él ve una promesa concreta en cada ladrillo.

Saluda al gruista, choca la palma con su maestro y deja la mochila sobre un palé como si fuese su mesa de oficina. Huele a mezcla y a madera recién cortada. Un láser verde dibuja una línea perfecta sobre un muro a medio levantar, y en el casco de Hugo hay una pegatina que dice “Aprendiendo, pero sin pausa”. Se le clavan pequeños granos de arena en las cejas, pero sonríe. Dice que hoy toca forjado y que habrá ruido del bueno. Me muestra un plano plastificado con cinta y notas a boli. “Muchos no entienden que este trabajo también tiene futuro y estabilidad”, suelta, como quien deja un ladrillo bien asentado. Luego se calla. Y mira hacia arriba.

Un oficio que no cabe en un estereotipo

Hugo, 22 años, es aprendiz de albañil y su jornada no es solo pico y pala. Se mueve entre niveles láser, EPIs, planillas y tiempos que cuentan como un metrónomo. En su vocabulario conviven jácenas, andamios y aplicaciones que registran avances diarios.

Dice que el orgullo no viene al final, sino en cada plomo bien logrado. “Si una pared canta, la escuchas”, bromea. En la obra, la coreografía es real: el oficial corta, el aprendiz mide, el gruista espera, el electricista asoma. Pequeñas victorias a pie de obra que suman un cierre de semana sin sobresaltos.

El tópico se queda corto. La construcción ya no es aquel escenario improvisado de hace décadas. Hay normas, certificaciones, protocolos y un nivel de exigencia que obliga a aprender cada día. Si eres de los que disfrutan resolviendo problemas con las manos, hay sitio.

Vacantes, relevo y la conversación que falta

La escena se repite en muchas ciudades: obras con carteles pidiendo personal y cuadrillas que envejecen sin relevo claro. Patronales y centros de FP hablan de aulas con huecos, mientras hay edificios que esperan rehabilitación, aislamiento térmico y accesibilidad. La demanda empuja.

Hugo cuenta que empezó con 19, en pandemia. Entró por un vecino que lo llevó a una reforma pequeña, aprendió a preparar mezcla y a leer el nivel. “La primera nómina me pagó el alquiler con dos amigos y una moto usada”, confiesa. No fue casualidad: el oficio paga desde el inicio, y el aprendizaje ocurre donde más duele y más enseña, en el barro y la obra.

Hay miedo a la ciclicidad del sector, sí. También existe una ruta de estabilidad: mantenimiento, reformas, eficiencia energética, obras públicas, certificaciones que suben tarifa. La ecuación cambia cuando sumas formación dual, seguridad real y una red de encargos que no depende solo del ladrillo nuevo. Ahí está la ventana.

Cómo se aprende sin quemarse

El método de Hugo es sencillo y tozudo. Lleva una libreta con fechas, fotos pegadas y tres columnas: “Qué hice”, “Qué falló”, “Qué hago mañana”. Llega 10 minutos antes para revisar herramienta y terminar 10 minutos después para dejarlo listo. Microhábitos que salvan horas.

Errores que muerden: correr por quedar bien, no usar guantes “por un momento”, dejar para mañana una plomada que hoy canta. Seamos honestos: nadie hace eso todos los días. La diferencia está en corregir al segundo fallo, pedir a un oficial que te mire el paso, y medir dos veces aunque la prisa te pique. Todos hemos vivido ese momento en que una prisa tonta arruina media jornada.

Hugo lo resume de forma cruda y luminosa.

“Muchos no entienden que este trabajo también tiene futuro y estabilidad. No es una salida de paso. Es un camino con nombre y apellidos si lo tomas en serio”.

Cosas concretas que a él le han cambiado la jornada:

  • Aprender a decir “no lo sé, ven y míralo conmigo”.
  • Usar el láser como aliado, no como muleta.
  • Hablar con el encargado antes de empezar, no cuando la cosa ya va torcida.
  • Guardar 20 euros a la semana para cursos y herramientas propias.
  • Descansar el domingo, sin culpa.

Lo que queda cuando baja el polvo

Hay algo más que salario en levantar una pared o dejar un baño perfecto. Está la paz de pasar la mano y sentir que nada vibra. Está el vecino que vuelve a subir a casa en ascensor porque una rampa nueva se lo permite. El orgullo pesa más que el polvo. En esa mezcla de técnica y oficio, Hugo ve un lugar donde crecer sin pedir permiso. Donde el error se arregla, no se esconde. Donde la carrera no va en corbata, pero sí con casco y una trayectoria real. Tal vez el futuro no está en contraponer universidad y oficio, sino en reconocer que un país sólido necesita ambos. Y que una vida estable puede construirse, literal, con las manos.

Punto Clave Detalle Interés para el lector
Salidas y estabilidad Reformas, mantenimiento, obra pública, rehabilitación energética Visualiza caminos laborales más allá del ladrillo nuevo
Formación que suma FP dual, cursos de prevención, certificados de profesionalidad Mejora salario y movilidad sin esperar años
Tecnología en obra Niveles láser, apps de seguimiento, planos digitales Un oficio más moderno de lo que parece

FAQ :

  • ¿Cuánto puede ganar un aprendiz de albañil al empezar?Varía por ciudad y convenio, pero suele cubrir gastos básicos y crecer con rapidez al demostrar oficio.
  • ¿Hace falta experiencia previa para entrar en obra?No. Ayuda tener FP o cursos de prevención, ganas reales y disposición a aprender con un oficial.
  • ¿Es un trabajo seguro?La seguridad ha avanzado mucho con EPIs, protocolos y formación. La cultura de la cuadrilla marca la diferencia.
  • ¿Tiene futuro o es cíclico?Hay ciclos, sí, y también nichos estables: rehabilitación, accesibilidad, eficiencia energética, mantenimiento.
  • ¿Cómo empiezo si no conozco a nadie?Acércate a centros de FP, empresas locales, bolsas de empleo del ayuntamiento y obras con carteles de contratación. Una libreta y actitud abren puertas.

2 comentarios en “Hugo Fernández, 22 años, aprendiz de albañil: “Muchos no entienden que este trabajo también tiene futuro y estabilidad””

  1. Qué bien leer a un chaval que habla con orgullo de la obra. La construción también es tecnología, oficio y cabeza, no solo pico y pala. Como aprendis de otra cuadrilla, me motiva ver que se reconoce el futuro y la estavilidad cuando se trabaja con método y seguridad. ¡Ánimo, Hugo! 🙂

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