No hace falta vivir en Twitter para notarlo. Basta con una sobremesa familiar, un chat de amigos, una cola de supermercado con titulares encendidos. El vértigo informativo convierte certezas en plastilina, y a veces ni nos enteramos. ¿Qué hacemos con eso?
La librería olía a papel recién desembalado. Afuera llovía una llovizna pegajosa y, dentro, Aramburu firmaba ejemplares con paciencia silenciosa. Una mujer se acercó y le contó que “Patria” le había cambiado una conversación de años con su hermano. Nada solemne, solo un gesto de gratitud manso. *Lo vi inclinarse sobre el libro, con esa calma que desarma.* Un estudiante le preguntó por las redes. Aramburu, sin levantar la voz, dejó la frase: la opinión es frágil, influenciable. El murmullo bajó un punto. Un hombre levantó la vista del móvil. Un par de lectores se miraron y sonrieron, como si les hubieran dicho algo que ya sabían pero no querían admitir. ¿Y si tuviera razón?
La fragilidad de una opinión en tiempos de scroll
Las opiniones se nos forman como el clima: una masa de aire caliente de titulares, una brisa de conversación, una tormenta breve de comentarios. Cambian al ritmo del pulgar. Hoy decimos “claro que sí”, mañana “no lo veo tan claro”. No es indecisión, es exposición. La esfera pública ya no es una plaza, es un carrusel. Cada vuelta nos ofrece una música. Y la música, si suena lo bastante alto, parece verdad. De ahí la frase de Aramburu: la opinión no es roca, es barro.
Un lector me narró una escena en un bar de Donostia. Discutían sobre una calle peatonalizada del barrio. Él estaba en contra, por costumbre, por inercia. En un descanso del café abrió un hilo en su móvil con mapas, datos de ruido y dos fotos nocturnas de niños jugando sin coches. Volvió a la mesa y dijo: “Creo que me equivoqué”. El gesto fue mínimo, la sala siguió con su vida. En su casa, su madre le aplaudió con un emoji. En su grupo de amigos le cayó una broma amable. Más tarde, me escribió: “Fue cuestión de cinco minutos, y me cambió el ángulo”. Tan simple como eso.
La mente está cableada para ahorrar energía. Acepta lo que repiten muchos. Sigue atajos, confunde lo que suena con lo que es. La persuasión actual no llega con discursos largos, llega en microdosis que rebotan sin pedir permiso. Añade el sesgo de confirmación, las burbujas y el miedo a quedar fuera del grupo, y el cóctel está servido. La literatura trabaja al revés: demora, complejiza, abre grietas. Por eso los escritores que, como Aramburu, apuestan por la duda, resultan casi contraculturales. La fragilidad de nuestra opinión no es un defecto moral. Es una condición humana con la que hay que aprender a convivir.
Cultivar criterios menos influenciables
Hay un gesto sencillo que cambia el juego: ralentizar. La “regla de las 24 horas” sirve para temas calientes. No publicas, no reenvías, no sentencias. Esperas un día, lees otra fuente, apuntas tres razones a favor y tres en contra. Luego decides si te merece un tuit o mejor un silencio. Otra herramienta: el “triángulo de claridad”. Pregúntate “¿Qué sé?”, “¿Qué pienso?”, “¿Qué ignoro?”. Si el último vértice es más grande que los otros dos, te toca escuchar. Sencillo, concreto, repetible.
Todos hemos vivido ese momento en el que una conversación se tensa y las palabras pesan más de lo que deberían. El error más común es confundir una opinión con la propia identidad. Si me cuestionan la idea, siento que me cuestionan a mí. Ahí perdemos el aire. Otro tropiezo: buscar la una noticia que confirma lo que ya creíamos y cerrar la ventana al resto. Seamos honestos: nadie hace eso todos los días. La salida es más humilde. Decir “puede que esté mirando una esquina” abre la puerta a un mapa entero.
La lectura larga funciona como gimnasio de la mente. Te obliga a convivir con una mirada ajena, a tolerar matices, a sostener una pausa. No siempre apetece. Una forma práctica: alternar la dieta informativa, como quien cambia de ruta al caminar. Un día ensayos; otro, novela; al siguiente, una entrevista con alguien que no te cae especialmente bien. No es heroísmo, es higiene emocional.
“La opinión es lo más frágil e influenciable del ser humano.” — Fernando Aramburu
- Rutina de contraste: antes de opinar, revisa dos fuentes que no se citen entre sí.
- Minidiario de ideas: anota por qué cambiaste de opinión, aunque duela un poco.
- Silencio táctico: reserva temas en los que prefieres aprender antes que opinar.
Aramburu y el valor de la duda
Las novelas de Aramburu no ofrecen soluciones rápidas. Presentan familias, vecindarios, heridas abiertas. Invitan a mirar sin gritar. En esa pausa late una ética: la duda bien llevada no te paraliza, te humaniza. Frente al meme que arrasa, una página que remueve; frente a la consigna, una escena humilde de cocina, lluvia y pan. Ese contraste no pretende ganar debates, busca ganar comprensión. Cuando alguien con esa sensibilidad afirma que la opinión es frágil, no está llamándonos veletas. Está pidiéndonos cuidado. Cuidado con lo que repetimos. Cuidado con lo que damos por cierto. Cuidado, también, con avergonzarnos por cambiar. Lo frágil, cuidado bien, dura más.
| Punto Clave | Detalle | Interés para el lector |
|---|---|---|
| Opinión frágil | Expuesta a algoritmos, sesgos y presión grupal | Reconocerlo reduce la ansiedad y mejora las conversaciones |
| Pausar antes de opinar | Regla de 24 horas y “triángulo de claridad” | Métodos rápidos para ganar perspectiva sin complicarse |
| Dieta de lectura | Alternar géneros, voces y fuentes | Construir criterio sin perder el disfrute de leer |
FAQ :
- ¿Por qué dice Aramburu que la opinión es frágil?Porque se forma con estímulos rápidos, emociones y contexto social. Cambia con la exposición y el ánimo del día.
- ¿Cambiar de opinión es señal de debilidad?No. Es señal de aprendizaje y ajuste a nueva información. La rigidez suele ser miedo disfrazado.
- ¿Cómo aplicar la regla de 24 horas sin perder actualidad?Opina de lo estructural en frío y deja lo urgente para quienes están en primera línea. No todo requiere tu voz inmediata.
- ¿Leer ficción ayuda a pensar mejor la realidad?Sí. La ficción entrena la empatía, tolera la ambigüedad y muestra consecuencias sin panfletos.
- ¿Qué hago si mi grupo me presiona para tomar partido ya?Di que necesitas contexto. Propón volver al tema mañana. Si alguien se enfada por eso, quizá no quiere dialogar, quiere reclutar.










Fragile, d’accord, mais alors comment défendre une position en public sans se faire traiter de girouette ?
J’ai testé la « règle des 24 heures » aujourd’hui: j’allais poster un thread salé, j’ai attendu, j’ai lu deux sources, et… j’ai changé d’opignon. Merci pour les outils concrets; le triangle de clarté est une bonne piqûre de rappel.